viernes, 28 de agosto de 2009

Bases militares en Colombia


Las 7 nuevas bases militares de los EEUU en Colombia generan recelos y desconfianza, desatan una carrera armamentista y ponen en riesgo la paz entre pueblos hermanos.

La lógica del “poder” norteamericano se sigue asentando en el apotegma que dice: en última instancia las cuestiones políticas y económicas se dirimen en el terreno militar. De allí su afiebrada carrera armamentista, sus permanentes intervenciones y las bases militares diseminadas por todo el mundo. Incluida su flota –en nuestro caso la IV- que constituye una base móvil de gigantesca envergadura. Deberíamos señalar entre otras su presencia en la base de Tres Esquinas –Colombia-, Iquitos –Perú-, Palmerota –Honduras-, Comalapa –El Salvador-, Reina Beatriz –Isla Aruba-, Libería –Costa Rica-, y sumar bases abiertas o encubiertas como en la Triple Frontera –Argentina, Brasil y Paraguay-, o el fortalecimiento militar en las Islas Malvinas por parte de su aliada Gran Bretaña. Todo bajo la doctrina del “ataque preventivo”, que su socio colombiano ya experimentó en territorio ecuatoriano con el asesinato de Raúl Reyes, generando una crisis que pudo ser encauzada por la prudencia de los líderes de la zona.

América Latina vive una etapa emancipatoria. Tras largas décadas de sujeción neo-colonial, nuestros pueblos dieron por tierra con el neo-liberalismo, el consenso de Washington y el ALCA en 2005, ampliando los márgenes de soberanía sobre los que pudo avanzar en históricas reivindicaciones políticas y sociales.
Los movimientos populares supieron dar una lucha en el marco del respeto por las instituciones democráticas. En ese terreno de paz se dieron los mejores avances durante los últimos años, mejorando la calidad de vida de millones de mujeres y hombres habitantes de la Patria Grande.

Bolivia, Venezuela, Nicaragua, El Salvador, Ecuador conforman ejemplos de este avance. Con distinta magnitud y aún en el marco de injusticias inaceptables, casi todos nuestros pueblos pudieron percibir una mejor situación. El crecimiento económico de la región, a pesar de la contribución colonial que supone la eterna “deuda externa”, sirvió como aliciente al fortalecimiento de esta experiencia.

Los logros unitarios, básicamente la capacidad de recuperar los recursos naturales y la defensa de las experiencias democráticas cerrando el camino golpista a las oligarquías nativas, pusieron de manifiesto el surgimiento de un poder autónomo. La coordinación de los presidentes de Unasur o su influencia sobre las decisiones de la OEA, comenzaron a encender luces de alarma en el Norte dominante. Y no iban a tardar mucho tiempo en dar respuesta.

La firme voluntad del pueblo de Ecuador y su presidente Rafael Correa de no renovar la permanencia de la base militar de Manta en su suelo, mostró un punto de inflexión a partir del cual los halcones norteamericanos, vinculados al complejo industrial-militar más grande y sofisticado del planeta, pasarían a una contra ofensiva.

Honduras, con el derrocamiento del presidente Manuel Zelaya, constituye el 1º laboratorio donde el imperio en alianza con sectores oligárquicos nativos, intenta experimentar hasta donde puede imponer su voluntad por la fuerza. Quiere observar de cerca hasta donde Nuestra América está en condiciones de revertir o no un golpe de Estado.

La fuerza militar como medio de disuasión a los movimientos populares o en su defecto la intervención directa, vuelve a instalarse con las nuevas bases de EEUU en Colombia. Insertas en el marco del “Plan Colombia”, tienen por enmascaramiento la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico.

Sin inmiscuirnos en los asuntos internos de la hermana República de Colombia decimos que allí se puede alcanzar la paz a través de la negociación. Que todos nuestros pueblos deseamos el fin de la violencia en aquel territorio. Así como en cualquier otro lugar donde se desate derramamiento de sangre. Que por tanto es de interés común. Y solo interpretamos la vehemente negativa del gobierno de Álvaro Uribe a transitar esa vía de diálogo, por las fuertes presiones para continuar con la presencia militar de EEUU en América del Sur.

La potencia del narcotráfico no reside en Colombia sino en el mercado consumidor de EEUU. Y los mayores dividendos no viajan al sur, son para los bancos, los laboratorios y los traficantes del norte.

Puestas las cosas en este escenario, no podemos menos que rechazar el nuevo desembarco militar-colonial en nuestra Patria Grande. Desatar fuerzas que luego nadie puede controlar es el camino de la violencia hacia la guerra.

El próximo encuentro de los presidentes de Unasur en Bariloche será una gran oportunidad para poner blanco sobre negro la situación y desandar el camino de las intervenciones militares, poniendo en su lugar la cooperación para resolver los grandes problemas que aún aquejan a nuestros pueblos: el hambre, la salud, la educación, la vivienda y nuestra soberanía inconclusa en los albores del bicentenario.

Mario Mazzitelli
Secretario Gral. Partido Socialista Auténtico
Integrante de la Mesa Ejecutiva del Movimiento Proyecto Sur

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Jeje que bonitos se ven...

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